Valores

A machacarse que es cosa muy sana. Nadie, por lo menos a nivel teórico, pondrá en duda que la importancia de fomentar los valores en un país es crucial. Tampoco se negará que estos tienen que darse en gobernantes y en gobernados; una ética pública es fundamental para los que, en su vocación de servicio, se auto proclaman y dicen ejercer como servidores públicos, pero también, y al mismo nivel de exigencia, lo es una ética para los ciudadanos.

Sentado lo anterior, y dejando la retórica, en la vida práctica, ¿cómo se aprenden los valores? ¿Cómo, unos y otros, los gobernantes y los gobernados, los interiorizan? ¿Cómo conseguir que se pongan en práctica? En un mundo, pongamos de intolerantes, ¿cómo se aprende lo que sea la tolerancia? ¿En un mundo en el que abundan los corruptos, en su sentido más amplio, cómo se aprende el valor de la integridad y honradez?, ¿Tenemos claro cuál es el concepto de valor?

Es evidente que cuando se desconoce ese concepto habrá un problema muy serio y grave en la cultura en general y en la política en particular.

Para Ortega el valor del objeto tiene que hallarse previamente en nosotros. De esta manera para percibir, descubrir o apreciar un valor se requiere de “la pulsión que emana del sujeto”. Según él se trata de una predisposición nativa en todos los órdenes.

Visto lo visto, ¿qué tiene que hacer el “españolito que viene al mundo”, al que Dios no ha guardado y que tiene helado el corazón?

Ayer me desconfiné y vi el debate de la prorroga… es una explicación. Para remate, en la noche, los muertos se me cayeron encima.

Bueno, planteado está. Tirando del hilo se saca el ovillo. Recordar, pensar es una cosa muy sana, aunque, a veces, frustrante. Que os sea leve

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