Pecado

Tirando del hilo se saca el ovillo

En estos tiempos de pandemia se ve de to

Lo malo, quizás, no es el acto, sino lo que la mente rumia sin parar. Posiblemente, pensar en los pecados de los demás proporciona más placer al que los piensa, que al que los comente.

Un decir…

Iban dos monjes cartujos camino de su abadía, muy recogidos, con la cabeza gacha y la capucha puesta para mejor concentrarse en sus oraciones, cuando llegaron al vado de un rio que bajaba en plan riada por las lluvias. Y allí, a la orilla, vieron a una mujer que no se atrevía a pasar. Era joven, atractiva, guapa, realmente seductora, y ,en su miedo, echó una mirada de súplica a los monjes.

Entonces, uno de ellos, se arremangó el habito y sin dudarlo cogió a la mujer en brazos y se lanzó con ella al rio. La mujer, muerta de miedo, se abrazaba con fuerza al monje; Y este, con un brazo sosteniendo fuertemente a la mujer, y con el otro abriéndose camino entre las aguas logró llegar a la otra orilla. Allí, la mujer, agradecida, dio las gracias con una mirada y un beso, llenos de gratitud, al monje.

Ambos monjes retoman el camino a la abadía, y hasta que llegaron a sus puertas, el otro monje, echando chiribitas por los ojos, ofendido, escandalízalo, no cesó de reprochar la acción que el otro había hecho. Había tocado a una mujer hermosa, seductora, la había abrazado, había rozado su mejilla con la de ella y la había dado un beso … Había faltado al voto de castidad, había desacreditado a la comunidad, había pecado… Y así, hasta el infinito.

El otro, guardaba silencio ante el sermón y los reproches interminables, hasta que, mansamente, se volvió hacia el otro y le vino a decir, “hermano, yo he dejado a la mujer en la orilla del rio, pero ¿Quién es el que está y la lleva ahora?”

¿Quién dijo miedo? A pensar que es cosa muy sana

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