Demagogo

Tirando del hilo se saca el ovillo

Estaremos de acuerdo que, en el escenario que estamos viviendo, una de las características más llamativas de la política actual sea, en uno y otro lado del espectro político, la demagogia presente en sus discursos.

El término “demagogia”, en principio, parece que no tiene un sentido negativo, del griego “demos”, pueblo, y de “ago”, guiar. Según esto, etimológicamente, sería el arte de guiar al pueblo. En principio parece que nada hay que objetar.

Pero, siempre hay un pero, “ago” no solo significa conducir o guiar, sino que tiene un matiz, y es el de conducir desde atrás, aludiendo a la acción de los pastores para conducir el ganado por el camino que ellos querían; con lo que las notas de violencia o fuerza subyacen el término.

Entre paréntesis, sirva esto para romper una lanza en favor de la enseñanza de las lenguas clásicas que se quieren cargar.

Pero, volviendo al tema, hoy, común en todos los discursos, desde la “clase” política, se parte del principio de que lo esencial es mejorar el nivel de vida de los “ciudadanos”, y para ello hace falta un liderazgo firme y decidido.

Y en el contexto en el que estamos, ¿es posible que las razones que llevan a esa mejora de vida hayan sido sustituidas por las necesidades de esa clase política? ¿Es posible que lo que conviene sea la ignorancia para poder tutelar a la ciudadanía? ¿Nos estamos cargando la razón y el espíritu crítico? ¿Pensamos por nosotros mismos o pensamos en función de lo que dice el líder político de turno? ¿Es la ideología la que determina nuestros juicios?

Aristóteles decía que la demagogia era la degradación y la corrupción de la democracia. Para mí, toda la razón.

A pensar, que es cosa muy sana.

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2 comentarios en «Demagogo»

  1. Querido Tito,

    gran entrada, gran reflexión. Y creo que este es uno de los problemas de nuestra sociedad.
    Nos hemos ido acostumbrando a que entidades u organizaciones superiores (en estructura) nos faciliten eso de pensar y sugieran qué y cómo pensar. En el mundo que vivimos en el que lo «Fast» (rápido), aplíquese a la comida, a las relaciones, a la entrada de un evento etcétera esto de «Fast criteria» se está haciendo muy normal.
    Ejemplo de esto es, así a bote pronto, cuando desde la comodidad de ver el telediario en casa expresamos nuestra opinión sin más sobre la noticia que acabamos de oír, cual entrenador de fútbol a tiempo parcial apoyado en la barra de un bar, es a lo que nos estamos acostumbrando. Bien es cierto que, nos vemos sometidos a un bombardeo mediático, no solo en prensa, televisión y radio donde cada medio trata de arrimar el ascua a su sardina. Esto no es demasiado problemático ya que de ante mano se sabe de qué pie cojea cada mesa.
    El problema, en mi opinión desde las redes sociales, aquí las cosas pasan y las opiniones se crean casi sin que te des cuenta. A golpe de campaña de bulos, desinformación o propaganda, poco a poco un concepto, una idea, un posicionamiento en particular va horadando poco a poco nuestro posicionamiento frente a algo. Todo revestido en la mayoría de los casos de un perfil de red social de una persona no de una organización.
    Es aquello de que cuando cien millones de personas dicen una tontería, eso no deja de ser una tontería, pero quién se para a cotejar informaciones y comprobar si eso que todos dicen es cierto o no, quién se para a meditar seriamente en cualquier asunto político basando se en los hechos y las acciones?

    Esto del «Fast thinking» es una plaga, pensar, normalmente sale más caro en tiempo y esfuerzo, además, dicen que duele muchísimo.
    Vamos por tanto, si no hay un remedio claro, a la polarización, a la demagogia y por tanto al borreguismo social institucionalizado.

    TAF.

  2. Cierto Leonardo, pensar lleva tiempo y esfuerzo. ¿Doler? no creo que sea para tanto. Plantea problemas, y los problemas están hechos para resolverlos, aunque te planteen mas y mas problemas… Al final… un gustazo

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